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Dios recordó a David que primero le dio poder y autoridad, luego seguridad ante sus enemigos, y ahora por ser el único que se preocupó en darle un templo, Dios le recompensaría dándole una gran fama, fama que todo ser humano anhela, que es buena si es bien utilizada. (2 Samuel 7:8-9 NVI)